Un lector amargado
17/10/2023
Es desalentador escuchar a personas afirmar que los jóvenes carecen del hábito de la lectura. Lo digo desde mi experiencia en la industria del libro, donde he trabajado como mediador, gestor y librero, y donde he observado las cifras de consumo literario a nivel nacional y por edades. He sido testigo de multitudes de adolescentes esperando con entusiasmo a sus autores favoritos, llenando teatros y eventos en busca de libros que les brinden una experiencia significativa, independientemente de lo breve que pueda ser su vida hasta ese momento. Las emociones y temas de estos libros se ajustan gradualmente a las distintas edades de los lectores, lo cual debería ser una expectativa natural. No obstante, se entiende que posee un enfoque comercial.
Y es que, claro, resulta frustrante escuchar afirmaciones sobre la falta de lectura entre los jóvenes, pero también es preocupante observar cómo este concepto ha influido en los desarrollos de catálogos editoriales de los grandes conglomerados que dominan la mayoría del mercado, generando libros en serie sin preocuparse por su calidad literaria o relevancia cultural. Esto nos lleva a preguntarnos si la verdadera pregunta no es si los jóvenes leen, sino más bien qué eligen leer cuando lo hacen.
En cuanto a la industria, es relevante destacar que Wattpad ha servido como un importante impulsor de la creatividad de miles de jóvenes escritores en todo el mundo. La posibilidad de publicar un libro de forma periódica es una habilidad y formato envidiable, aunque no completamente innovador, ya que a lo largo de la historia, muchos escritores han compartido sus obras en volúmenes, capítulos y partes, generando una mayor expectativa en sus lectores y estableciendo una eficaz relación comercial en la creación de anticipación literaria.
Dentro de lo anterior, es evidente que muchos libros se producen con la intención de convertirse en sagas, ya que más libros significan mayores ganancias. Esto genera expectativas antes de que los libros sean publicados, y a menudo se vende la idea o la promesa más que el contenido literario en sí. Esta forma de presentar a escritores jóvenes como influyentes dentro del espectro es algo totalmente admirable: te demuestra que no es imposible publicar un libro, que puedes llegar lejos si escribes algo similar y transformar tu apellido en el siguiente "caballito de batalla" editorial. Y es que no cuestionamos la finalidad de la literatura como entretención, como algo pasajero que pueda despejar y no complicar más la vida de quien lea, pero ¿Qué pasa cuando es lo único que se ofrece?
Por otro lado, es lamentable que algunas editoriales no sean honestas en su proceso editorial. Se juega con las expectativas de los autores y se promete un trabajo profesional, pero que a la larga es casi inexistente la atención en cuanto a revisión y corrección. Editar no es solo poner una portada bonita. Aparte, se suma el cobro de algunos sellos por una supuesta edición y trabajo editorial, pero sin trabajar en conjunto con su autor, sino dejándole a la deriva con cientos de ejemplares que vender por su cuenta. Es inconcebible que libros de gran éxito comercial presenten erratas evidentes; resulta una burla al intelecto del lector acérrimo y el de paso. Aunque se respeten los gustos individuales y las preferencias por literatura de baja calidad, lo mínimo es tener un estándar básico de escritura, edición, y una ética para con su autoría, ya que su público final invierte tiempo y dinero en la lectura.
Caemos entonces en un círculo vicioso, donde quien lee cosas sin un criterio desarrollado, y sin ojo crítico, publica de igual manera su propio trabajo inspirándose en el material de origen que ya es de calidad dudosa. Y esto, hasta cierto punto, es aceptable, pero sin la presencia de una editorial que le brinde una retroalimentación crítica es cuando comienza el problema, porque se normaliza no solo ante el público que estaba dirigido en un principio, sino que ante el público general, y la baja calidad literaria se convierte en un elemento de consumo estandarizado que, más que hacer un aporte al ojo crítico que la sociedad necesita, la duerme en una dosis de dopamina durante lo poco y nada que le dure el libro.
Lo temático es otra cosa, y aquí correspondo si es que me llaman alguien grave. Respetemos los gustos de los jóvenes, pero recordemos que su etapa de desarrollo es crucial. Durante la adolescencia, el cerebro se desarrolla de una manera que requiere supervisión y guía en la elección de lecturas para garantizar un desarrollo crítico y consciente de sus preferencias literarias. Ignorar esta responsabilidad puede tener un impacto negativo en la percepción de la realidad de los jóvenes, al igual que sucede con el consumo de pornografía a temprana edad. Es fundamental enseñar a filtrar y desarrollar el gusto literario; diferenciar la realidad de la ficción y los códigos morales que juegan dentro de esta, de una manera responsable. Es producir un criterio.
El analfabetismo funcional es una realidad que merece nuestra atención. En lugar de preguntarnos si los jóvenes leen, debemos enfocarnos en qué leen y por qué lo hacen. Como adultos, tenemos la responsabilidad de ayudar a los jóvenes a comprender las razones detrás de sus elecciones literarias y fomentar un pensamiento crítico en lugar de juzgar sus gustos de manera superficial. La libertad de expresión y de consumo son derechos valiosos, pero también implican una responsabilidad de expresar opiniones fundamentadas y respetar las normas básicas de calidad literaria, respectivamente. Por los adultos que serán en un futuro, por su sanidad emocional y porque saber reflexionar acerca de los propios gustos y sistemas de valores es algo vital, de lo contrario el día de mañana no sabrán si han hecho su elección de manera auténtica o si solo se han dejado llevar por la corriente de las vitrinas efímeras.